Estudios indican que, si la resistencia bacteriana se mantiene al nivel actual, se prevé que para 2050 habrá 10 millones más de muertes al año.
La resistencia bacteriana no solo afecta la salud de la población, sino también tiene un impacto significativo en la economía del país. Los elevados costos de tratamientos más complejos y la gestión de posibles complicaciones contribuyen a esta carga económica. Además, la pérdida de productividad debido a enfermedades prolongadas o muerte prematura agrega a la problemática.
Ocurre principalmente por el uso excesivo e incorrecto de antibióticos, la automedicación, y la interrupción de tratamientos. Además, el uso de antibióticos en animales de granja y la mala higiene contribuyen a este problema. Estas prácticas permiten que las bacterias se vuelvan más fuertes y difíciles de tratar, poniendo en riesgo la efectividad de los tratamientos médicos.
Estudios internacionales han analizado el impacto de la crisis de resistencia antimicrobiana. Las proyecciones indican que si la resistencia se mantuviera en el nivel actual, para el año 2050, a nivel global 10 millones más de personas morirán cada año debido a esta problemática; y se espera una pérdida en el PBI mundial entre un 2% y un 3,5% anual.
El Dr. Carlos Aliaga, del Comité Médico de ALAFAL, señaló que en Perú hay bacterias que están mostrando resistencia a los tratamientos. Salmonella Typhi y Shigella, responsables de la fiebre tifoidea y las infecciones intestinales respectivamente, muestran resistencia a antibióticos comunes, al igual que Escherichia coli y Streptococcus pneumoniae, asociadas a infecciones urinarias e invasivas. Además, las bacterias Staphylococcus aureus, causante de infecciones por cortes, y Pseudomonas aeruginosa, que puede provocar infecciones pulmonares y del tracto urinario, presentan altos niveles de resistencia, complicando aún más el tratamiento en pacientes hospitalizados.
Es por ello que el especialista advirtió que para enfrentar este problema, es esencial encontrar intervenciones que sean efectivas y seguras, y que también usen los recursos de manera eficiente. Por ejemplo, los programas de gestión de antimicrobianos en las instituciones de salud han logrado reducir los costos de estos medicamentos hasta en un 58%.
“Se tratan de iniciativas diseñadas para optimizar el uso de antimicrobianos (antibióticos, antifúngicos, antivirales y antiparasitarios) con el fin de mejorar los resultados de los pacientes, reducir la resistencia a los antimicrobianos y disminuir la propagación de infecciones causadas por patógenos resistentes a los medicamentos”.
El Perú cuenta con un Plan Multisectorial para Enfrentar la Resistencia Bacteriana, impulsado por el Ministerio de Salud (MINSA), que fue actualizado en 2021. A pesar de algunos avances en la creación de protocolos y la identificación de agentes infecciosos, aún se necesita trabajar en la diseminación de resultados y en la aplicación uniforme de estos protocolos, así como en la regulación de la venta de medicamentos sin receta.
“No hay una tasa específica del daño en la salud debido a fallas en el tratamiento con antibióticos, sin embargo, está claramente identificado que si bien la resistencia bacteriana afecta incluso infecciones de manejo comunitario, donde genera mucho más preocupación es a nivel hospitalario, en particular en unidades de cuidados intensivos, donde, a pesar de la combinación de antibióticos de amplio espectro, la expectativa no es favorable y puede generar cuadros severo de sepsis y muerte”, comentó.
Es importante señalar que el abuso de antibióticos ha aumentado con la generalización de la automedicación y la venta libre de estos medicamentos. Es fundamental concienciar sobre el uso responsable de los antibióticos para preservar su eficacia y mitigar los riesgos asociados con la resistencia bacteriana. Esto implica educar a las personas sobre la necesidad de utilizar los antibióticos solo cuando sean realmente necesarios, siguiendo las indicaciones médicas y completando el curso de tratamiento prescrito, incluso si los síntomas desaparecen antes. Al hacerlo, no solo se reducen los riesgos de resistencia bacteriana, sino que también se protege la efectividad de los antibióticos para futuras generaciones.